Por: Miguel Ángel Romero Ramírez.

Recuerdo que mi primer contacto con La Sergio fue hace doce años, mientras buscaba un diccionario de filósofos de la editorial Porrúa -que no encontré en ninguna librería-. En ese momento, entré en la Librería de la Institución y vi mucho material de filosofía en sus estantes. En esa visita, sin embargo, lo que más me sorprendió fue el gran edificio con la cúpula en su cima, pues algo misterioso estaba presente en él.

Tiempo más tarde, cuando finalicé el colegio y me preguntaron qué quería estudiar y en qué lugar, ya estaba seguro de mi respuesta: filosofía en la Universidad Sergio Arboleda.

Debo decir que los momentos más importantes en La Sergio fueron los que pasé con Tomás, uno de mis mejores amigos. Entramos a estudiar filosofía juntos, por lo tanto, compartíamos clase. Además, vivíamos en el mismo lugar. Recuerdo los debates, las discusiones, las idas en Transmilenio, las tensiones de los exámenes y las alegrías del pregrado que vivimos día a día.

La Universidad me ha ayudado a cumplir mis sueños académicos, pues no solo sus excelentes profesores me formaron en el pregrado sino que también sus directivos me colaboraron para continuar mis estudios de maestría y doctorado.

Precisamente, una persona que marcó mi paso por la Institución es Liliana Beatriz Irizar. De ella recibí clases en todo el pregrado, fui su monitor, hice parte de su grupo de investigación, realicé mi práctica profesional con su guía y fue codirectora de mi tesis doctoral. Sin duda, aprendí mucho de ella, especialmente, entender la unidad entre la filosofía y la vida.

Por todo esto y más, recordaré a la Universidad con mucha gratitud. También, porque antes de graduarme me contrataron como auxiliar de investigación y, posteriormente, como investigador… Ahora soy docente investigador. Ya son seis años de vida laboral en mi alma mater.

Como profesor, mi propósito es replicar la misma calidad y rigurosidad que recibí en mi etapa de formación profesional, porque mi experiencia es reflejo de lo que viví como estudiante en La Sergio. Por eso, ser Sergista es llevar una impronta humanista que siempre estará presente.

En mis expectativas, me gustaría que mis estudiantes también proyectaran lo aprendido. Espero ser recordado como un docente que quiso hacer bien su labor y que se esforzó por hacerlo de la mejor manera posible.


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