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Estudiantes de los semilleros del Área de Ingeniería y Tecnología representaron a la Escuela de Cien ...
Durante la celebración del Centenario del Natalicio de Rodrigo Noguera Laborde, fundador de la Universidad Sergio Arboleda, el presidente de la República, Iván Duque Márquez, egresado ilustre de esta casa de estudios, fue condecorado con la Medalla Fundadores.
En el acto, el egresado de la Escuela Mayor de Derecho del año 2000 ofreció el siguiente discurso:
Muy buenas tardes a todos ustedes.
Querido doctor Rodrigo, estoy muy emocionado por estar hoy acá, en mi Universidad, en la Universidad Sergio Arboleda. Estoy conmovido por este homenaje, inmerecido, como es el de entregarme la ‘Medalla Fundadores’. Y digo que inmerecido porque realmente son ustedes, los docentes, los visionarios que siguieron el legado de Rodrigo Noguera Laborde y que le acompañaron en esa gesta, quienes lo merecen.
Me emociona estar hoy para conmemorar los 100 años de un gran colombiano y hacerlo en este aniversario número 35 de la Universidad.
Hoy puedo decir que la imagen, la filosofía, el pensamiento de Rodrigo Noguera Laborde están más vivos que nunca. Él realmente fue una persona que le apostó a la educación, desde una perspectiva cada vez más difícil de encontrar, y es la de darle un lugar privilegiado, protagónico tal vez, al humanismo, como el centro de la formación y de la transformación de una sociedad.
Hoy recuerdo ese año de 1995, cuando llegué a la Universidad con una chaqueta de cuero, recién rapado y desafiante, a la oficina de José María del Castillo para realizar la entrevista de incorporación a la Escuela de Derecho. José María me dijo: ‘y usted por qué viene con esa facha’, y yo le respondí: ‘no se preocupe por la facha, que yo espero ser un egresado que le dé orgullo a la Universidad’. Tampoco crea, doctor José María, que era una osadía.
Después de ese saludo, usted me dijo que debíamos ir al auditorio, era el que quedaba hacia el otro costado de la universidad. Llegamos con Francisco Barbosa y nos sentamos, esperando a que llegara el rector de la universidad. Entró entonces Rodrigo Noguera Laborde, con su figura tan particular, con esa claridad de pensamiento, con ese tono, además, diría yo doctor Rodrigo, formado un poco por el Pielroja sin filtro que disfrutaba tanto. Y nos dijo: ‘ustedes no están entrando a una universidad, ustedes están entrando a una Escuela de Derecho’, y agregó: ‘la Universidad no es una fábrica de abogados, sino una incubadora de jurisconsultos’, porque afirmaba el doctor Noguera, que lo más importante del abogado no era que tuviera conocimientos de Derecho, sino que pudiera enarbolar los principios fundadores del Derecho y que fuera capaz de extrapolarlos a las distintas áreas y a las distintas exigencias de la sociedad en formación.
Recuerdo que el doctor Noguera decía que en esta facultad se le da énfasis a la filosofía y que, casi que con las mismas palabras de Ramón Bulla Quintana, ‘la filosofía era la ciencia que estudiaba todas las cosas por sus últimas causas y razones supremas, mediante la sola luz de la razón’. También nos decía que durante toda la carrera tendríamos la exposición a las distintas formas del pensamiento.
Hacía hincapié en la gramática, hablaba de profesores como Ciro Alfonso Lobo Serna y de la urgente necesidad de tener a la historia como referente para que no se cometieran los errores del pasado; para aprender de él. Recuerdo también su enorme énfasis en hacernos cumplir con esa bella frase que él sostenía en todas sus clases: “el libro es el mejor amigo del hombre”. Nos invitaba a ser acuciosos, a ser inquietos, a no tragar entero, pero, sobre todo, a tener principios. Tengo esos recuerdos muy afianzados en el corazón y en la memoria, querido doctor Rodrigo.
Por eso hoy, cuando le rendimos homenaje, quiero primero enaltecer la condición de intelectual de Rodrigo Noguera Laborde, porque el verdadero intelectual es el que nunca cae en el terreno de las agresiones personales, sino el que tiene la capacidad de persuasión, de argumentación, de unir y de hilvanar ideas lo suficientemente poderosas como para que en el desafío de los conceptos se pueda lograr que el prójimo se aproxime a la razón propia.
Rodrigo Noguera Laborde tuvo la osadia de enfrentarse, en el plano de la filosofía, a muchos intelectuales y a muchos diletantes que creían que la filosofía tenía que estar separada siempre de la fe. Rodrigo Noguera Laborde sabía, tal como lo manifestó en ese bello libro de Filosofía para Profanos, que la filosofía también tiene y puede buscar una aproximación a Dios. Él también llevaba consigo los mensajes de Tomás de Kempis en La imitación de Cristo, y se planteaba los debates del derecho natural con la esencia propia del ser humano, y de las razones que son inherentes a la condición humana para tener una aproximación diáfana y sin dudas frente a la justicia.
Sus textos sobre Kant, así lo demuestran. Él resaltaba de Kant, que en los imperativos categóricos está ese firme propósito de entender que la justicia no se aproxima al conocimiento a partir de los libros, sino a partir de la propia percepción humana de lo que es correcto, de lo que debe ser correcto, y no de la adecuación utilitarista de los principios en razón de la oportunidad efímera.
En ese trabajo intelectual está, por supuesto, la idea de llevarle a los estudiantes la filosofía del derecho y decía: ‘Sí, el Derecho es heterónomo y quizás la moral sea autónoma, pero se deben encontrar los dos criterios’ y podía él también esculcar a los clásicos, como siempre lo formuló e invitó a hacerlo, para que, a partir de la filosofía clásica -con su enorme apego a los griegos, a la moral agonal, al sofrosine, a la paideia, se pudiera llevar a los estudiantes al firme convencimiento de que el Derecho se construye a partir de principios rectores y que cualquier área del Derecho le es próxima al buen jurisconsulto.
Hoy evoco profundamente muchas de sus lecciones sobre temas civiles, la forma en la que él abordaba la discusión de las obligaciones. Recuerdo que en alguna ocasión, entrando a la antigua casa donde él llegaba en las mañanas a disfrutar su café, se planteaba: ‘qué le pasa a Colombia, donde siempre se reclaman derechos, pero poco se enseñan los deberes y, sobre todo, los deberes humanos’.
Por eso hoy le rindo homenaje a ese intelectual, pero también al hombre público, al Rodrigo Noguera Laborde del que muy pocas veces se habla porque su grandeza académica, quizás, deja esto en un segundo plano.
Rodrigo Noguera Laborde fue un gran servidor público, un hombre que ejerció en la Procuraduría pensando en enaltecer el servicio público. Un hombre que ejerció la Procuraduría como guardián tutelar de los derechos fundamentales y también un hombre que supo adentrarse a carteras tan exigentes como la de Minas y Petróleos de la época, para hablarle al país, con espíritu visionario, de lo que debe ser la seguridad energética de una nación que necesita de la energía para su prosperidad económica y social.
Esas condiciones de servidor público, de las que muy pocas veces hablamos, hicieron parte de la formación integral de Rodrigo Noguera Laborde, de sus clases, de sus diálogos, de sus interacciones y, por supuesto, de lo que fueron muchas veces sus causas, las cuales, al igual que las de Álvaro Gómez, buscaron derrocar al régimen de la corrupción, del clientelismo, de las dádivas, y que, asimismo, quisieron que en el ejercicio de la vida pública primara sobre todo el interés general y no la repartija clientelar, que tantas veces amordazó a Colombia.
En esos recuerdos del hombre público, también surge el abogado, el Rodrigo Noguera Laborde audaz, eficaz, el intérprete del Derecho Comercial, el fabuloso árbitro. Recuerdo muchas veces a mi padre hablarme de él cuando, en varias ocasiones, lo vio en el ejercicio del Derecho. Veía en él a una persona con una capacidad asombrosa de asociar el Derecho Comparado y con una capacidad única para interpretar el verdadero espíritu contractual de las partes. Por eso, en el ejercicio de la profesión, solamente lo acompañó el éxito, en medio de su gran humildad.
Hoy puedo también decirles que esa persona, en esas facetas, es la que le da el origen al educador que lo llevó en los años ochenta a decirles a sus hijos: ‘hasta aquí llegó mi oficina porque voy a emprender un nuevo proyecto’, el de constituir una Escuela de Derecho que forme verdaderos jurisconsultos, en un país donde el Derecho estaba siendo carcomido únicamente por el procesamiento casi que computacional de las normas.
Hoy, 35 años después, ese espíritu visionario está presente acá, por lo que él fue, por lo que quiso ser, llamando a grandes profesores para unirse a este proyecto. Pero, quiero decirlo, gracias también a su hijo, a Rodrigo Noguera Calderón, quien ha sabido llevar el legado, expandirlo, fortificarlo y hacerlo crecer. Felicitaciones, doctor Rodrigo.
Fueron muchas las ocasiones en las que, saliendo de clase, me acercaba a hablarle. Lo disfruté en múltiples facetas. Recuerdo que el día de mi grado tuvo un gesto generoso. Estaba mi padre acompañándome y el doctor Rodrigo Noguera Laborde, en lugar de entregarme el diploma como lo hacía el rector, se lo entregó a mi padre para que me lo diera. Y luego, con una sonrisa picaresca, me dijo, acompáñeme a mi biblioteca personal. Entré, y en aquel momento me dijo: “nunca logré volverlo conservador”.
Hoy creo que se sentiría orgulloso, porque de todas las tareas de gobierno, recuerdo profundamente algo que me dejó, y es que ‘si uno quiere transformar al país, tiene que estar dispuesto a apostar por el camino más complejo’. Hablamos en aquella ocasión de grandes líderes conservadores, de grandes hombres de Estado y me decía: “los verdaderos hombres de Estado son los que están dispuestos a pasar por las tormentas de la coyuntura para dejar un legado que perdure”.
Llevo en la Presidencia catorce meses, y hoy puedo decir que el legado de Rodrigo Noguera Laborde y de la Universidad Sergio Arboleda está conmigo, más presente que nunca.
En catorce meses decidimos apostar por una política que se hace distinto, por una verdadera independencia de las instituciones, donde lo que medie entre las instituciones sea la capacidad del propósito patriótico, y no las canonjías por debajo de la cuerda para tratar de cobrar victoria de la democracia, cuando en realidad lo que hay es la contaminación de la independencia, de poderes por la presión de los más fuertes.
Hoy le podemos decir a Colombia que en catorce meses, con este modelo tan criticado por algunos, hemos demostrado que se puede trabajar con el Congreso de la República, que se pueden sacar adelante leyes importantes y que no dejaremos de hacerlo. Que seguiremos poniendo la ética en la política, como parte central de la construcción de un país que quiere derrocar el régimen de la corrupción.
Y no me temblará jamás la voz para recordar esos principios del jurisconsulto que decía que “quien quiere hacer política ‘con p mayúscula’, lo tiene que hacer acompañado de la ética”. Pues hoy, como Presidente de la República ratifico que así gobernamos y así gobernaremos hasta el 7 de agosto del año 2022.
También en estos catorce meses, doctor Rodrigo, hemos demostrado que el espíritu de esta universidad por defender la iniciativa privada y por defender la empresa en su función social, está más vivo que nunca.
La economía colombiana crece por encima del 3%, cuando América Latina tan solo lo hace el 0,5%. La inversión extranjera directa creció en el último semestre 24% frente al año pasado. Estamos viendo, además, el mejor año del turismo en la historia de Colombia.
El consumo de los hogares llega al punto más alto en 44 meses, tenemos la mayor reducción del déficit fiscal en ocho años y vamos hacia el primer superávit fiscal primario desde que existe la Regla Fiscal. Y lo hacemos porque esa idea de tener un Estado austero y eficaz ,y unas finanzas públicas sanas, que no ven al empresario con espíritu pantagruélico para comérselo con impuestos, está dando resultados y por ello la seguiremos aplicando.
En estos catorce meses, también llevamos la bandera de la equidad como un principio para la transformación de Colombia. Vamos hacia 80 mil jóvenes que llegarán gratuitamente a las universidades de Colombia. Tenemos un esquema de punto final para saldar las deudas históricas en materia de salud, hemos asignado más subsidios de tasa de interés y de cuota inicial para vivienda, para permitir que miles de familias sean propietarias, mucho más que en los cuatro años anteriores.
Hemos podido llevar soluciones de agua potable y saneamiento a más de 140.000 familias. Tenemos 20.000 productores en el país bajo esquemas de agricultura por contrato y, lo que es aún más diciente, estamos en la revolución de las energías renovables y en la revolución del humanismo traducido a la cultura, con la economía naranja que hace seis años estábamos presentando acá, en la Universidad.
Todo esto ocurre porque llevo en mi corazón, en mi memoria y en mi formación el Espíritu Sergista, el espíritu de una universidad que crece, que trasciende en nuevos sectores del conocimiento, que llega a nuevos territorios de Colombia y a otros lugares del mundo. Una universidad que enarbola la legalidad como principio, una universidad que enarbola con entusiasmo la ciencia, la tecnología y la innovación, de la mano con el humanismo para interpretar y buscar soluciones a los desafios de hoy.
Lo hago, además, con el orgullo de ser el primer Presidente egresado de la Universidad Sergio Arboleda, y de trabajar incansablemente para que sean muchos más los presidentes que entregue esta institución.
Me llena de orgullo que varios Sergistas estén hoy acá. Doctor Ernesto Lucena, usted es el primer ministro de Estado de la Universidad, usted ha sido un gran decano y un gran promotor de nuevas formas de pensamiento. Creo que su contribución en áreas tan importantes, como usted lo llama, de inteligencia emocional, son fundamentales para complementar el humanismo del siglo XXI. Además, en temas como la innovación con los programas de deporte. Usted es el primer Ministro del Deporte en Colombia, y usted creó la primera gran Facultad de Gestión Deportiva en nuestro país, en esta Universidad.
Doctor Miguel Ceballos, usted fue uno de los decanos más ilustres y tuve la ocasión de trabajar muy de la mano con usted. Usted también lleva el legado de Rodrigo Noguera Laborde, pues llevó a que la Escuela de Política y Relaciones Internacionales formara estudiantes con sentido acucioso y sentido de urgencia.
Doctor Francisco, a mí me motiva muchísimo que usted, que fue compañero de mi promoción, esté también en el ejercicio de la academia, llevando en alto el legado de nuestros profesores.
Y no puedo dejar de hacer una mención a mi adorado hermano, Andrés Duque, quien también hoy transmite conocimientos de una magnífica formación humanística a decenas de estudiantes.
Profesores queridos, magistrados, cuando los veo hoy acá, me doy cuenta de que la Universidad cumple con el propósito del fundador, de ser verso de universalidad. Ustedes han dejado huella y la seguirán dejando, pero, sobre todo, ustedes le han dado vida a este centro académico. Los fundadores, los padres fundadores, hoy pueden recordar que aquellas casas prefabricadas que engalaban los costados de la casa de Rodrigo Noguera Laborde, hoy son bellos edificios que siguen creciendo.
Facultades con tecnología, que ya tienen sus brazos en otros lugares del mundo, múltiples egresados que tienen reconocimientos en distintas áreas del saber; hoy tenemos dirigentes empresariales exitosos, ministros, magistrados, notarios, directores de entidades. Tenemos también intelectuales, músicos, matemáticos y académicos que dejan en alto el sentido de lo que es ser Sergista.
Por eso, excúseme que yo le hable hoy desde el alma, doctor Rodrigo, pero yo fui su alumno y fui el alumno de su padre, y estos cien años seguirán siendo cien años más por el legado que usted continúa y el que continuaremos todos los que nos sentimos orgullosamente Sergistas.
Muchas gracias.
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