
Cuando Gloria Patricia Rodríguez Pinzón decidió estudiar Filosofía y Humanidades, y la Licenciatura en Filosofía y Letras, La Sergio estaba iniciando como institución.
Fue la visión humanista del proyecto lo que motivó a la egresada del Liceo Francés a elegir esta Universidad como lugar de formación. Y esa formación en La Sergio la impulsó a hacer estudios en Derecho y un postgrado, títulos que le permitieron forjar su camino como docente.
Así, desde 1994, Gloria Patricia se vinculó a La Sergio como profesora, y diez años después, en 2004, inició su labor como vicedecana de la Escuela de Filosofía y Humanidades. Actualmente, continúa en su cargo, trabajando por el crecimiento de la Escuela y la formación de humanistas de calidad.
¿Qué visión tiene de La Sergio cuando llegó?
Varios temas me impresionaron. Luego de salir del Liceo Francés, mi destino inicial era la Universidad de los Andes y, entonces, mi reflexión era: o una universidad como esta o salir del país. Pero cuando llegué a La Sergio me encontré con una construcción en ciernes, eran como tres galponcitos, y yo dije: “¡ups!, ¿mis papás dónde me van a meter?”. No obstante, con la entrevista que me hicieron, lamentablemente, una persona que ya no está entre nosotros, el profesor Carlos Murcia, latinista y gran conocedor del Derecho Clásico, pues me llevé una impresión favorable.
Una universidad pequeña que estaba empezando, como justamente me la habían descrito. Era un nuevo proyecto en el escenario, fundado por dos filósofos, Rodrigo Noguera Laborde y Álvaro Gómez Hurtado, lo cual me interesó mucho en este proyecto de la Sergio Arboleda.
¿Y de su primer día como docente Sergista?
Fue una experiencia compleja, pues incursioné en un postgrado. Estaba recién salida de mi pregrado en Licenciatura y mi profesor, Mario Acosta Gómez, quien en ese momento me dirigía y era mi mentor –cofundador de la Universidad de La Sabana–, me ‘lanzó’ a un posgrado con profesores. Además, el tema era antropología, algo bastante denso filosóficamente hablando, pero fue muy grato porque al final de la sesión fui aplaudida, lo que me sorprendió gratamente.
¿Cómo definiría su mayor satisfacción como docente?
En principio, hace ya rato no me dedico a la docencia, no lo hago en grupos grandes. El acompañamiento es permanente a pequeños grupos, casi de manera personalizada, entonces me parece vital ese ejercicio, porque vas incidiendo precisamente en la mente de otra persona –como decía el fundador, Rodrigo Noguera Laborde: “educar no es solamente instruir, es formar”–. Es incidir en la vida de otro ser humano, lo cual puede marcar un derrotero y un cambio de 180 grados significativo para la vida. Creo que la responsabilidad es muy grande y el impacto que tiene una persona en el ejercicio de la docencia, incluso, es mayor que el que puede tener alguien que esté inmerso en el ejercicio político.
¿Qué asignaturas, de las que ha impartido, puede destacar?
Recuerdo con cierta añoranza que dictaba dos asignaturas bastante complejas, lenguas clásicas, griego y latín. Mi reto era para personas que tuvieran algún tipo de minusvalía o personas mayores. Recuerdo que daba estas clases por mi amor por la docencia y a la materia. Me acuerdo que me preguntaban cuál era mi tarifa y yo no entendía de qué estaban hablando, es decir, ¿a uno le pagan por hacer lo que le gusta? Suena un poco idílico, pero así era.
Desde su perspectiva, ¿Qué es eso que distingue a un profesional Sergista?
Esta pregunta me encanta porque eso es, precisamente, lo que queremos sembrar desde la Escuela de Filosofía y Humanidades, y es la impronta humanista. Tú puedes ser un excelente ingeniero, un excelente publicista, y eso es maravilloso… Ojalá lo seamos con mucha competencia en nuestras áreas de desempeño. Pero sin duda alguna el valor agregado que cualifica a un egresado Sergista es el temple humanista.
Recuerda especialmente a un estudiante?
A muchos y muy queridos. Para mí todos han sido relevantes, pero menciono a Andrés Martínez Pardo, por ejemplo, quien hoy es un músico consumado, filósofo, y tuvo el valor de irse a Holanda a hacer su posgrado en estética.
Otros están en Alemania y en Italia. Y Juan Pablo Bermúdez, a quien saludo, está en este momento ejerciendo su Doctorado en Ciencias Sociales en la Universidad Javeriana. Mis respetos porque es seguirle apostando justamente a estas áreas.
¿Cómo quiere que la recuerden sus estudiantes?
Aunque el ejercicio no es tan reiterativo con ellos, sí me gustaría que más que un protagonismo de alguien es el patrimonio que uno pueda dejarles en su mente. Diría que el mejor tributo que le pueden hacer a un docente es ser ellos mismos, dignos representantes de su sociedad, que llenen de orgullo a su sociedad y que sean personas que le aporten a esta.
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